En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús.
De esta forma, Dios se hace visible en Jesús y Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios nos revela el rostro de Dios y no acerca a Él.
Así, Dios llega hasta nosotros, en nuestra misma carne, al modo humano. La Navidad es la fiesta del “Dios con nosotros”.
Llega a nosotros, a todos, que como humanos que somos, experimentamos las limitaciones y carencias de nuestro ser, y se traducen y reflejan en todas las formas de dificultades, conflictos internos y con los demás, adversidades, envidia, egoísmo, críticas, desorientación, desórdenes… que vivimos a diario…
Y Dios asume esta realidad nuestra, así como la experimentamos, y la redime, la rescata, la salva, ¡por amor! Porque “Dios es amor” (1 Juan 4,8b) y tanto ama al mundo que envía a su Hijo para salvarlo (cfr. Juan 3,17 y 1 Juan 1,14b).
En esta Navidad, así como Dios asumió nuestra realidad humana con toda su carga de miseria y pecado, podríamos proponernos asumirla también nosotros y, desde la fe y esperanza en Él, rescatarla, salvarla… Podríamos entonces, concretamente, proponernos:
+ Iluminar nuestras desorientaciones con la Palabra de Dios,
+ Llevar nuestros conflictos internos a la oración para descubrir la sabiduría de Dios,
+ Buscar en la confianza en Dios la fortaleza para afrontar las dificultades y adversidades,
+ Desterrar el egoísmo al contemplar la generosidad de Dios con nosotros,
+ Superar la envidia al reconocer cómo Dios busca nuestro bien y se alegra en él,
+ Acercarnos a quien nos separa un conflicto o enemistad para superarlos en Dios que nos reconcilia.
En definitiva, vayamos a Dios, ya que Él viene a nosotros, y en el abrazo del amor que nos revela en su Hijo, nacido entre nosotros, recibamos ese amor y vivámoslo con los demás. Así lo expresa, mejor, la 1º Carta de Juan: “Amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (4,7)
Mensaje del Padre Luis y Padre Carlos - Basílica de la Natividad de la Santísima Virgen