En nuestra ciudad la procesión y misa será esta tarde desde las 16 en la Basílica Natividad. Aquí la reflexión del Arzobispo José María Arancedo sobre esta jornada.
CORPUS CHRISTI
Siempre celebramos con gozo y gratitud la Solemnidad del Corpus Christi. Es la Fiesta en la que recordamos que Jesucristo nos dejó en la Eucaristía, a modo de un testamento vivo y personal, su presencia. En ella nos dice cómo ha querido quedarse con nosotros. Como vemos, no se trata de una creación de la Iglesia sino de fidelidad a su voluntad. Así lo vivió la Iglesia desde el comienzo, siguiendo fielmente la trasmisión de los apóstoles. Si bien Jesucristo es el centro de la Eucaristía, no nos podemos quedar en esta sola afirmación, debemos descubrirnos como sus destinatarios. Esta certeza de la fe san Pablo nos la presenta a modo de una pregunta, cuando nos dice: “Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? (1 Cor. 10 16); nos habla de ella como alimento, por ser “fuente y cumbre” de la vida cristiana (L.G. 11), nos dirá el Concilio Vaticano II.
Al hablarnos de su presencia en la Eucaristía Jesucristo nos muestra esta universalidad de su presencia cuando nos dice: “y el pan que daré es mi carne para la Vida del mundo” (Jn. 6, 51), es decir, no es solo para mí, es para Vida del mundo. Ello nos debería llevar a preguntarnos si mi participación en la eucaristía tiene este alcance que Jesús le da a su presencia como enviado de su Padre para todos, o queda solo como una buena práctica religiosa, pero sin la apertura a ese horizonte del que nos habla. Participar en la Santa Misa, que es celebrar la Eucaristía, es asumir un compromiso con Cristo que nos debe definir como “discípulos y misioneros” de su presencia en el hoy de nuestra historia.
Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz