El evangelio de este domingo nos presenta dos actitudes aparentemente contrapuestas, y que el Señor las resuelve dando un salto cualitativo, hablando de una jerarquía de valores que las integra sin excluirlas. Cuando Jesús entra en un pueblo, dice el texto, y es recibido en la casa de Marta, ella le reprocha que su hermana la deja sola en los trabajos de la casa: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo?
María, su hermana, se había quedado junto a Jesús escuchando su Palabra. Jesús le responde: "Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien una sola es necesaria, María eligió la mejor parte" (Lc. 10, 40-42). Afirmar una cosa no significa negar la otra. Al afirmar el valor superior de la oración, Jesús no deja de valorar el trabajo de Marta, sino que establece una jerarquía que da sentido, e incluso la ayuda a ella. Cuando se pierde esta dimensión o jerarquía en los valores, se corre el riesgo de una nivelación que nos termina empobreciendo.
San Benito, fundador de una orden contemplativa, dejó aquella frase que define estos aspectos, integrándolos: "Ora et labora", decía. El aislarlos y contraponerlos nos puede llevar a no comprender la dimensión humana y espiritual del hombre, en su justa valoración. La oración, como momento que privilegia el encuentro con Dios, no nos aleja del mundo con sus exigencias que debemos atender, sino que lo ilumina y lo eleva. Dios no ocupa el lugar de nadie, pero da sentido a todo. Podemos hacer del trabajo un pequeño ídolo que nos termina esclavizando. Dios, en cambio, es fuente de verdad y de libertad para el hombre. El trabajo debe ser valorado en cuanto ámbito de realización del hombre y de riqueza para la humanidad: "Pero no se debe ceder a la tentación de idolatrarlo, porque en él no se puede encontrar el sentido último y definitivo de la vida. El trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la fuente de vida y el fin del hombre" (C.D.S.I. 257). Cuando Jesús dice que María eligió la mejor parte, no le quitaba mérito a Marta y su trabajo, sino que ponderaba su apertura a Dios como centro de su vida.
El mundo de hoy presenta una necesidad de espiritualidad u oración que se expresa en una búsqueda, no siempre bien orientada y por momentos mágica, de encontrar algo que de sentido último a todo lo que vive el hombre. Solo encuentra respuestas transitorias. Frente a lo adverso o no manejable es consciente de su fragilidad y limitación. Vemos en esta búsqueda una conciencia abierta a lo trascendente. Hablaría de la búsqueda de un Dios que debe existir, desde una pregunta por momentos angustiante del hombre de hoy, pero que aún no se lo conoce. La pregunta por Dios sigue siendo viva, aunque no se exprese en los términos clásicos. La respuesta a Marta, valorando la actitud de María, como aquella otra de Jesús a la samaritana: "el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed", que la lleva a decirle: "Señor, dame de esa agua para que no tenga más sed" (Jn. 4, 14), estas respuestas del Señor nos hablan de la interioridad y de la verdad del hombre como hijo de Dios, a la espera de un encuentro con él. Es buenos recordar aquella frase de san Agustín en sus Confesiones: "Mi corazón estuvo inquieto, Señor, hasta que no te encontró y descansó en Ti" (Conf. 1).
Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz