Por Ariel Aiello
Con el calor aún latente de una definición que pareció eterna, Unión se alzó con la Copa Santa Fe tras imponerse en la tanda de penales ante Centenario, luego de un disputado 0-0 en los noventa minutos. Una noche de esas que los hinchas atesoran en la memoria de su club: tensión, valentía, un arquero decisivo (Lucas Meuli contuvo dos disparos clave) y la concreción de un proyecto futbolístico que no es exclusivo de un solo nombre.
Pero detrás del festejo, y más allá de los jugadores que entraron en la cancha, hay nombres que merecen reconocimiento. En esta consagración, la presencia esperancina no es anecdótica: los técnicos Nicolás (como director técnico), Francisco Vazzoler, Matías Trionfini y Federico Frick han sido piezas clave en la arquitectura del título. Su aporte fue invisible muchas veces para el público general, pero determinante en el funcionamiento, la convicción y la identidad que Unión exhibió en el rectángulo de juego.
Un cuerpo técnico con impronta esperancina
Nicolás (DT): El estratega que cada fin de semana debe tomar decisiones de alta tensión fue quien apostó por la serenidad en los momentos decisivos. Con temple para mantener al equipo enfocado en el cero en el arco propio y suficiente convicción para confiar en sus ejecutores en los penales, su papel fue el de comandante silencioso. En la final, esa tranquilidad pudo marcar la diferencia.
Francisco Vazzoler, Matías Trionfini y Federico Frick: Tres nombres de Esperanza diseminados en el corazón operativo del equipo. En cada entrenamiento, en cada sesión de video, en cada charla individual, ellos estuvieron allí, moldeando detalles, corrigiendo gestos, afianzando la mentalidad colectiva. Si el equipo se presentó ordenado, sólido y decidido, es justo pensar que detrás hubo voces constantes —quizás poco visibles para la tribuna— que recordaban convicciones, reforzaban ideas y apuntalaban autoconfianza.
Este tipo de conquistas no se fabrican únicamente con estridencia mediática o con nombres de relumbrón. Se construyen con paciencia, con trabajo callado y con un equipo humano que entiende la complejidad del día a día. Que haya cuatro esperancinos en ese engranaje no es un dato menor: es un motivo de orgullo local, el testimonio de que los talentos del interior pueden gravitar en los resultados más grandes.
Más que un triunfo: un impulso identitario
Que Unión levante esta Copa no es solo agrandar su palmarés: es reafirmar un proyecto. El club que confía en su cantera, que pretende forjar jugadores en casa, que apuesta al estilo y no solo a nombres. Y ese proyecto encuentra resonancia cuando los técnicos también representan esa idea: que el éxito no es casualidad ni depende de figuras aisladas, sino de un colectivo que respira el mismo aire.
Cuando la hinchada rojiblanca gritó campeón, lo hizo para todos los que dejaron su esfuerzo, su análisis, su corrección constante. Y entre esos, los nombres esperancinos estarán para siempre asociados con esta consagración. Que no pase inadvertido.