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Locales

José Arancedo: Dios es Amor

DIOS ES AMOR

Cuando queremos encontrar una palabra que nos permita conocer o definir a Dios, siempre llegamos a lo simple de la experiencia de san Juan: “Dios es amor” (1 Jn. 4, 8). A partir de esta definición se comprende todo el camino de Dios hacia nosotros. Las lecturas de este domingo nos hablan de esta realidad del amor de Dios, que los primeros cristianos la celebraban como una realidad actual. Jesucristo no les había dejado sólo un mensaje, sino un modo nuevo de su presencia que los convocaba y que ellos lo celebraban como comunidad. Esta celebración de la fe la vivían, principalmente, en la Eucaristía, la Santa Misa, como su expresión más plena. El Concilio Vaticano II la llama, con todo fundamento: “fuente y culmen de la vida cristiana” (L.G. 11) En la celebración de la eucaristía actualizamos sacramentalmente la presencia de Jesucristo y los frutos de su Pascua para darnos una Vida Nueva. Esta verdad la recibimos de los apóstoles y por el testimonio de las primeras comunidades, según las Escrituras.

Esto no es un artículo más de fe para ser creído, sino que es el fundamento de un nuevo estilo de vida y orden social. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, afirma: “Jesucristo nos revela que Dios es amor y nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles” (cfr G.S. 38). Volver a poner el amor en el centro de las relaciones humanas, es comenzar a recrear el mundo desde el proyecto de Dios, como nos lo ha manifestado en Jesucristo. Por ello decimos que es posible pensar en un mundo distinto que se maneje con otros principios y sostenga una nueva fraternidad. La fe no nos aísla del mundo, sino que nos compromete desde la mirada de Dios.

Hay un tema muy cercano a la caridad que es la solidaridad, que la vemos muy cerca nuestro en tantos gestos de ayuda y de denuncia, frente a las desigualdades y la pobreza, la violencia y la inseguridad, el robo y la muerte. Esto no es ajeno a la fe y el amor. Desde el evangelio podemos hablar de un nexo muy íntimo entre solidaridad y caridad: “A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesto bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuesto al sacrificio, incluso hasta el extremo: “Dar la vida por los hermanos” (cfr. Jn. 15, 13. Compendio Doctrina Social de la Iglesia 196).

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO EVANGELIO
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