La Fundación Ramseyer Dayer inicia su temporada 2014 . En el inicio de las muestras programadas para el año, la artista Cristina Niizawa y su obra titulada Bagajes del Alma honrarán las salas de la FRD.
La inauguración está prevista para el sábado 8 de febrero a la hora 20,30. Bagajes del alma es una muestra de pinturas , gouaches, que nos introduce en el alma fresca, colorida, soñadora, límpida de Cristina.
Katusaka Ishikawa, curador de esta muestra, nos dice :
CRISTINA NIIZAWA
Reencontrarme con Cristina es siempre oportunidad para repasar parte de nuestras historias, que tienen varios puntos en común. En primer lugar, algo obvio: ambos pertenecemos a familias de origen japonés, por lo tanto integramos una colectividad pequeña en donde nos conocemos todos.
En 1970 ingresé en la Escuela Municipal de Diseño y Arte Visuales “Manuel Belgrano”, donde ella ya estudiaba y estaba culminando la carrera. Y este es el segundo punto, importante, en común. Entre las actividades sociales de la Asociación Japonesa de Santa Fe de nuestra infancia y adolescencia, y los intereses culturales y artísticos compartidos en la Escuela municipal más tarde, fuimos conformando esa trama de afectos y amistades comunes que nos unen.
De aquellos años en la Escuela de Artes, con la guía de maestros como J. M. Oliva, M. J. Píccoli, O. E. Luna, Alicia y Rubén Sedlacek, J. C. Botta, P. Urfer y F. Silvar (y tantos otros nombres queridos) rescato las imágenes de los primeros trabajos que le conocí. Eran caballitos, pájaros y -sobre todo- gatos de gran síntesis formal, de enormes ojos, generalmente solitarios en un contexto irreal.
A no todos los docentes le gustaban estas imágenes, que consideraban naif, (quizás relacionándolas con la profesión de Cristina, que en ese momento trabajaba de maestra jardinera). “Tendrías que dedicarte a la ilustración” le decían, como recordábamos risueñamente en una reciente charla, sin saber que muchos años después sería una realidad: ella se destacó ilustrando libros escolares en México y otros países. A pesar de estas opiniones, jamás hubo una actitud negativa de parte de ellos. Por el contrario, el clima de la escuela era de permanente estímulo a la búsqueda y experimentación, con una amplia libertad para explorar caminos propios.
En el caso de Cristina, el dominio de una técnica –la témpera o gouache, utilizada en una infinita gama de valores y tonos- le permitió enriquecer esas figuras, enmarcadas en escenarios que eran extraños, a veces ominosos. Esa tensión secreta, adivinada quizás, quitaba ingenuidad a sus planteos plásticos y los instalaba en un campo más metafísico. Algunos trabajos de aquella época, que omiten las figuras, muestran sólo esos espacios vacíos, casi surreales, donde las tensiones secretas pasan de ser fondos a ser protagonistas del hecho plástico, y ahí uno encuentra explicitadas las potentes energías que se adivinaban en los cuadros figurativos.
En los años siguientes sus composiciones se enriquecen con la incorporación de figuras de niños y ángeles, fondos cada vez más complejos y la adopción de una escala alta. Su ida a Méjico a fines de la década de los 70 es definitoria: el choque con una cultura diferente, riquísima y ancestral, le brinda el marco propicio para decantar un lenguaje muy personal, sobre la base de su propia temática e imaginería, floreciendo en la atmósfera estimulante del barroco colonial y las exuberantes artes populares mejicanas.
Creo que este proceso no ha sido simplemente formal, sino que se ha dado en un plano espiritual, donde la sensibilidad original, ligada a las raíces orientales, encontró una resonancia complementaria en la cosmogonía del pueblo mejicano. Así, los cuadros de Cristina tornan fragmentos de un complejísimo cosmos, donde cada elemento –astros, nubes, olas, plantas, flores, seres carnales o imaginarios- es vital, irradia una energía que armoniza con el conjunto; nada es valioso en sí, sino en cuanto parte de un orden superior que lo contiene y le da sentido. Es como si aquellas oscuras fuerzas latentes, entrevistas en sus primeros trabajos, hubieran finalmente encontrado los cauces adecuados para entretejer la compleja trama de la vida.
Las témperas ahora están resueltas en una paleta luminosa, brillante y colorida. Las composiciones son barrocas, con infinitos detalles minuciosa, amorosamente pintados, que obligan al ojo del espectador a recorrer con atención cada centímetro cuadrado de la obra. Figura y fondo son una misma cosa, ya que nada es secundario, y todos los elementos se integran con igual protagonismo en la armonía de una gran composición coral.
La aventura plástica ha recorrido así un largo camino, confundiéndose con la larga aventura de una vida que sintetiza diferentes mundos. Obra y autora son, entonces, una misma y única cosa: Cristina Niizawa.
K. Ishikawa, Santa Fe, diciembre de 2013
Los esperamos entonces, a disfrutar de esta magnífica muestra que marca el inicio de una temporada que promete ser sumamente enriquecedora.
Cristina Niizawa estudió en la Escuela de Diseño y Artes Visuales Manuel Belgrano (actual Liceo Municipal A. Fuestens del Arco.
Desde 1972, albores de su carrera, participa en salones anuales nacionales y provinciales en los que obtuvo numerosos e importantes premios en localidades como Esperanza, Santo Tomé, Paraná y Santa Fe.
Se radicó en México DF a fines de los años 70. Allí se forjó definitivamente como artista. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas e individuales tanto en Mèxico, donde reside actualmente, como en Argentina y Estados Unidos.
Su obra integra colecciones particulares de Mèxico, Argentina, Bélgica, Inglaterra, Francia, Japón y Estados Unidos. Vale destacar que, como ilustradora, ha trabajado para las editoriales Castillo y Pearson Educación, y que también realizó materiales pedagógicos para los pueblos originarios del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), dependiente del gobierno mexicano.