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¿Quiénes pertenecen a la Iglesia Católica?

Las lecturas de este domingo nos hablan de la voluntad de Dios respecto a la humanidad, que se hizo historia de salvación y tuvo su culmen en su propio Hijo, Jesucristo. El Dios que crea al hombre es el mismo Dios que viene a buscarlo en su Hijo. Creación y Redención son dos caras del mismo proyecto del amor de Dios.

 

 

 

El profeta Isaías expresa esta voluntad de Dios, diciendo: “Entonces, yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas” (Is. 66, 18). Este designio de Dios, que se hizo propuesta definitiva en Jesucristo, se refiere a “todas las naciones y lenguas”, es decir, no hay nadie excluido de este proyecto de Dios. El Concilio Vaticano II afirma: “Todos los hombres son llamados a formar parte de la unidad del Pueblo de Dios…

 

 

 

A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios” (L. G. 13). Esta voluntad de Dios no tiene límites. Esto fundamenta el sentido misionero que debe tener la fe como expresión del encuentro y compromiso con Jesucristo, desde él, la fe tiene horizontes universales.

 

 

 

Si bien debemos afirmar que están plenamente incorporados a la institución visible de la Iglesia quienes: “teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medios del Sumo Pontífice y de los obispos, mediante los lazos de la profesión de fe, de los sacramentos y del gobierno eclesiástico”; sin embargo, concluye el texto: “no alcanza la salvación, aunque esté incorporado a la Iglesia, quién, no perseverando en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia con el cuerpo, pero no con el corazón” (L. G. 14).

 

 

 

Esto que nos habla de la importancia de la Iglesia como camino instituido por Jesucristo, en el que nos ha dejado los medios objetivos de salvación en su Palabra y los Sacramentos, como en la vida de comunión con el Sumo Pontífice y los obispos; pero también nos dice, que ser Iglesia no es sólo un acto exterior de pertenencia a una institución, sino algo más profundo. Es vivir el compromiso con la vida y el mensaje de Jesucristo. No todos los que están exteriormente en la Iglesia pertenecen a Cristo, como no todos los que están afuera están lejos de Jesucristo. Esto significa que los que aún no han recibido el Evangelio o no son creyentes están ordenados, en el proyecto de Dios, a ser parte de este camino que nos llega por Jesucristo y del cual la Iglesia es su Cuerpo (cfr. C.I.C. 836-838).

 

 

 

En este sentido podemos decir que a la Iglesia pertenecen o están en camino todos los hombres, sea en un sentido de presencia actual: “por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico” (C.D.C. 205), sea como hijos de Dios para quienes él les ha enviado a su Hijo Jesucristo. Esto nos compromete mucho a quienes somos parte visible de la Iglesia y debemos expresar esta realidad con nuestra vida y testimonio. ¡Qué buena imagen está dando en este aspecto la figura del Papa Francisco como testigo de este encuentro con Jesucristo! La fe, lejos de alejarnos del mundo nos coloca, desde el Evangelio, en su mismo corazón.

 

 

 

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones mi bendición en el Señor.

 

 

 

 

 

Mons. José María Arancedo

 

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO DOMINGO OPINION
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