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Arancedo: Palabra, Iglesia y Misión

PALABRA, IGLESIA Y MISIÓN

La relación con Cristo es algo vital en la vida del cristiano. Así nos lo plantea el mismo Jesús: "Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí nada pueden hacer" (Jn. 15, 5). Esta rica imagen de la vid muestra a la vida cristiana como una relación personal y dinámica con Jesucristo. No se trata de una adhesión social o cultural a un idea, sino de un encuentro único y permanente con su Persona. Es cierto, puede haber un contexto cultural que predisponga a este encuentro, pero no define la relación de la que nos habla el Evangelio. Muchos hombres y mujeres se encuentran en ese espacio previo de preparación al encuentro con el Señor. ¿Pero, qué necesitan? Aquí aparece el valor de la Palabra, el significado de la Iglesia y la importancia de la Misión.

La pretensión de Jesucristo, si podemos hablar en estos términos, no es quedarse en un plano exterior o sensible, sino calar hondo como decía el beato Pablo VI, hasta llegar: "a transformar con la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradora y modelos de vida" (E. N. 19). Esto nos permite comprender el alcance de las palabras del Señor cuando dice: "Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes" (Jn. 15, 7). La vida cristiana como respuesta a un Dios que nos habla en su Hijo, recibe de Él un contenido llamado a iluminar, dar sentido y orientar a la vida y la conducta del hombre. Esto nos debe llevar a ocuparnos en conocer, incluso estudiar, la Palabra de Dios para que ella ilumine y de coherencia cristiana a nuestras vidas.

Comprender la importancia de la Palabra de Dios para la vida del hombre, es el mejor camino para descubrir el sentido misionero que debe tener la vida de un cristiano. San Pablo se preguntaba: "¿Cómo van a creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír habla de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? (Rom. 10, 14). Este texto, al tiempo que marca el valor de la Palabra de Dios, también nos habla de la importancia de la predicación. Ahora bien, el predicador necesita ser enviado, tanto el evangelio como la primitiva comunidad cristiana no conocen predicadores auto-enviado. Esto supone, para san Pablo, la existencia de una comunidad que vive su fe y envía predicadores. Aquí adquiere toda su fuerza y sentido la presencia de la Iglesia que ha recibido del Señor el mandato de enviar. Sin Iglesia no hay envío según el Evangelio.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO EVANGELIO

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